Steve Klees analiza las recientes declaraciones del presidente del Banco Mundial, Jim Yong Kim, sobre las escuelas Bridge y explica por qué son falaciosas
Por Steve Klees | Fuente: Education in Crisis
La brecha entre la retórica de la Educación para Todos (EPT) y los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) para la educación, por un lado, y la realidad del acceso y la calidad de la educación básica en los países en desarrollo, por otro, es enorme. Más de 100 millones de niños y niñas en edad escolar no están escolarizados/as, y más de 200 millones de niños y niñas que están en la escuela no están aprendiendo las habilidades básicas. Por tanto, es comprensible que toda la gente, desde los padres y madres de familia hasta los y las responsables políticos/as, estén buscando desesperadamente alternativas.
El presidente del Banco Mundial, Jim Yong Kim, en un reciente discurso pronunciado en el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales sobre la necesidad de acabar con la pobreza extrema, señaló la importancia de la inversión en educación. Sin embargo, su único ejemplo fue el del supuesto éxito de una empresa privada, con fines de lucro. Kim dijo: “Sabemos que el uso de las nuevas tecnologías puede ayudar a transformar los resultados educativos. Por ejemplo, Bridge International Academies utiliza el software y tablets en escuelas que enseñan más de 100.000 estudiantes en Kenia y Uganda. Después de cerca de dos años, las puntuaciones medias de los y las estudiantes para la lectura y las matemáticas han aumentado muy por encima de sus colegas de la escuela pública. El costo por estudiante en las escuelas Bridge es sólo 6 dólares al mes”.
La declaración de Kim indignó a tanta gente de la comunidad educativa internacional, que más de 100 organizaciones comunitarias y de la sociedad civil regional, nacional y mundial, que representan a millones de personas, compusieron y lanzaron su propia declaración, condenándola. Kim presentó tres puntos sobre Bridge. Resulta que cada uno de ellos es engañoso o completamente equivocado.
El primer punto de Kim, afirmando que Bridge “utiliza el software y tablets en escuelas”, es engañoso. La mayoría de los lectores/as supondría que las y los estudiantes de Bridge tienen acceso a las computadoras. Para nada. Cada maestra/o recibe un tablet, no para ser utilizado por las y los estudiantes, sino para que se transmita y controle un currículo completamente estandarizado a profesoras/es de poca formación, sin calificación y de bajos salarios. Se espera que las maestras/os de todas las aproximadamente 400 escuelas de Bridge de Kenia y Uganda le leyan en voz alta a las y los estudiantes, palabra por palabra, el contenido inserido en el tablet al mismo tiempo en cada escuela, todos los días. Esta/o maestra/o-convertida/o-en-robot casi no se merece el nombre “educación” y no sería tolerada/o en la mayoría de las escuelas en los países más desarrollados. De hecho, el nombre Bridge (“Puente”) se aplica a sí mismo, “escuela-in-a-box”, es tal vez apropiado.
El segundo punto de Kim es que los resultados de las pruebas de las y los estudiantes Bridge “han aumentado muy por encima de sus compañeros de la escuela pública”. ¡En realidad es el resultado de un estudio financiado por la propia empresa! Esta claramente no es una fuente confiable, y Kim ha sido severamente criticado por usarla como prueba de cualquier cosa. Estudios realizados “en casa” por las empresas tabacaleras siguen mostrando que fumar no es perjudicial, y pocas/os investigadoras/es respetables podrían citar los estudios de una compañía como prueba válida de la eficacia de su producto. De hecho, la poca información disponible sobre el estudio de Bridge indica que este fue mal diseñado y mal analizado. En respuesta a estas críticas, Kim dice ahora que el Banco Mundial hará una minuciosa evaluación independiente de Bridge. Pero es demasiado tarde. Kim está promoviendo el sistema antes de estudiarlo y el Banco Mundial ya se ha comprometido a invertir 10 millones de dólares, en un programa mal evaluado y mal concebido, cuya fuente son los impuestos pagados por las y los ciudadanas/os de todo el mundo.
El tercer punto de Kim se refiere a que Bridge cuesta “solo 6 dólares al mes”. No sólo es equivocado sino que muestra cómo el Banco Mundial está completamente fuera de contacto con la realidad de los países en desarrollo. En primer lugar, las tarifas varían según el grado, y la de 6 dólares es la más baja. Añadiendo las tarifas que Bridge cobra por exámenes, uniformes y otros gastos, en realidad, los costos por hija o hijo varian de 9 a 13 dólares – entre el 50 y el 100% más de lo que dijo Kim. Y esto no incluye los costos de los alimentos por los que Bridge cobra un valor adicional de 7 dólares por mes, por niño/a.
Se estima que dichos costos están fuera del alcance de muchas de las personas pobres en Kenia y Uganda, consumiendo más de una cuarta parte de sus ingresos para enviar a apenas a un niño o a una niña a la escuela. Las familias que envian sus hijas/os a Bridge se ven obligadas a tomar decisiones injustas, pues a menudo sólo pueden pagar por el envío de un niño o una niña, por lo general un niño, y dejan a sus otros/as hijos/as fuera. Se ha estimado que las personas pobres de los países en desarrollo tienen que gastar hasta el 80% de sus ingresos en alimentos. Enviar un niño a Bridge significa renunciar a parte de los gastos necesarios para su alimentación, agua y atención médica.
Bridge fue fundada en 2007 para conquistar de manera beligerante un nuevo mercado, que algunos han llamado “los mil millones de abajo”. “Creemos que podemos educar al menos a 10 millones de alumnos/as en todo el mundo que vienen de familias que viven con menos de 2 dólares al día”, dice el cofundador de Bridge, Jay Kimmelman. Y Bridge ha atraído más de 100 millones de dólares de inversionistas internacionales que también creen en el mercado de los mil millones de abajo, entre ellos Bill Gates, Mark Zuckerman (fundador de Facebook), Pierre Omidyar (fundador de eBay), Pearson, el gobierno del Reino Unido y la Corporación Financiera Internacional del Banco Mundial.
La principal respuesta de Bridge a sus críticos/as podría ser que esta tiene más de 100 mil estudiantes matriculados/as en sus escuelas. Este es el argumento del economista, de que “la gente vota con sus pies”. Como he dicho en otro lugar, esto es comprensible, ya que más de 30 años de políticas neoliberales a menudo han dejado las escuelas públicas hacinadas, con maestras/os de baja formación, pocos materiales de aprendizaje, instalaciones en mal estado y lejos de la demanda. No sorprende que algunos/as padres y madres hayan optado por dejarlas. Sin embargo, si bien es comprensible que las personas desfavorecidas envíen a veces a sus hijos/as a escuelas privadas, promoverlas es una mala política pública, como dejan claro muchas críticas recientes. La privatización de la educación aumenta la desigualdad, no proporciona beneficios de aprendizaje, y desprofesionaliza a las maestras y maestros. Además, y tal vez lo más importante, el cobro de tarifas para la educación básica viola el derecho de las niñas y niños a la educación básica gratuita, consagrado en numerosos acuerdos internacionales. Si bien en la práctica los cobros en la educación pública son frecuentes, estos vienen siendo desafiados y eliminados. La privatización debería ayudar a satisfacer la creciente brecha educativa, resultante de años de ataque contra el sector público, pero lo único que hace es sustituir un intento de desarrollar una buena política pública por los caprichos de la caridad o por el foco concentrado en el lucro. Muy a menudo, todo se reduce a la línea de fondo contra los intereses de los niños/as.
Por más de tres décadas, el Banco Mundial ha sido el marquetero mundial más influyente en el impulso a la privatización de la educación, basándose en ideología y no en evidencias, como algunos colegas y yo detallamos en un libro reciente. No se va a superar la brecha entre la retórica dolorosa de la EPT, los ODM y sus próximas versiones y la realidad demasiado sombría de nuestros esfuerzos en educación a través de la privatización. El presidente Kim debería avergonzarse y retractarse de su reciente declaración, y el Banco Mundial debería repudiar su tratamiento ideológico de la venta de la privatización.