“Cuando las empresas establecen la agenda de los gobiernos, socavan la rendición de cuentas y transparencia, y en última instancia, el poder de los gobiernos “, comentó Jens Martens, de Global Policy Forum.
Fuente: Por Lora Verheecke, CSI | Social Watch – Este artículo fue originalmente publicado en Equal Times.
En 2000, las Naciones Unidas anunciaron ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) para reducir la pobreza en todo el mundo.
Como los objetivos “caducan” el próximo año, los nuevos objetivos se están definiendo en asambleas y pasillos de la ONU.
Algunas de las puertas de la ONU serán cerradas al escrutinio público, pero muy abierto a las corporaciones.
“Este tema va a determinar el futuro de la ONU como tal”, comentó recientemente Guilherme Patriota, miembro de la delegación brasileña ante la ONU.
La ONU se está centrando cada vez más en las asociaciones para el desarrollo con el sector privado, como lo demuestra la idea Ban Ki-moon, de una nueva asociación de las Naciones Unidas con el sector privado.
Sin embargo, durante las negociaciones sobre las “asociaciones para el desarrollo”, la información se está convirtiendo en cada vez menos accesible a las organizaciones de la sociedad civil debido a la presión de las empresas.
La oportunidades abiertas a las grandes empresas en la ONU ya tienen más peso al discurso corporativo… y a sus intereses.
La ayuda al desarrollo se está privatizando progresivamente: una cantidad cada vez mayor de la ayuda, el dinero de los contribuyentes, se está canalizando a las empresas privadas o entidades financieras, sobre todo en los países desarrollados, en lugar de instituciones de beneficencia o de los gobiernos de los países en desarrollo.
Las empresas han encontrado un conflicto de intereses en la agenda del desarrollo.
Desde 2007, las instituciones financieras de desarrollo, especialmente en Europa, han aumentado los flujos financieros al sector privado en casi un doscientos por ciento.
Sin embargo, los estudios han encontrado que en los flujos de ayuda para el sector privado del Banco Europeo de Inversiones y el Banco Mundial, casi la mitad del dinero de la ayuda fue destinado a apoyar a las empresas con sede en países desarrollados y en los paraísos fiscales, mientras que sólo el 25 por ciento de las empresas apoyado tienen base en los países menos desarrollados, a donde la ayuda se canaliza.
Gracias a esto, los gobiernos de los países desarrollados pueden ” externalizar sus responsabilidades de desarrollo”, señala Guilherme Patriota.
Según Jens Martens, de Global Policy Forum, este creciente poder de fijar la agenda de las corporaciones es perjudicial tanto para el sistema multilateral así como también de los propios Estados.
“Cuando las empresas establecen la agenda de los gobiernos, socavan la rendición de cuentas y transparencia, y en última instancia, el poder de los gobiernos “, comentó.
Durante el reciente Congreso Mundial de la CSI, Roberto Bissio de Social Watch recordó a los asistentes cómo “las corporaciones no son responsables ante el pueblo. Cuantas más empresas de energía tienen en el sistema multilateral de la ONU, más desigualdades asistiremos entre y dentro de los países”.
El desarrollo consiste en las personas y sus derechos. Las empresas obtienen beneficios. Es el momento de recordar a las Naciones Unidas que debe poner a las personas por encima de los beneficios.