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Chile: Estudiantes critican el proyecto recién-despachado para poner fin al lucro en educación

Valentina Saavedra, la presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (Fech), comentó: “Ésta no es la reforma demandada por el movimiento estudiantil”

Fuente: diarioUChile | Rodrigo Rojas | 27 de enero de 2015

Foto: DiarioUChile

Foto: DiarioUChile

En la discusión en el Congreso de ayer, cuando se aprobaba el proyecto que pone fin al lucro, a la selección y el copago, se recordó, en varias ocasiones, las demandas de esta colectividad y cómo ésta ayudó a llevar a cabo estas modificaciones. Mientras ex líderes celebraron la aprobación de esta medida, actuales cabecillas especificaron que esta victoria no representa realmente al movimiento estudiantil.

Giorgio Jackson empezaba su intervención antes de la aprobación del proyecto educacional, remarcando la importancia de los movimientos estudiantiles en la actual Reforma. En el hemiciclo, el ex presidente de la FEUC, afirmó que los cambios aprobados ayer  se iniciaron en las movilizaciones.

“La verdad es que sin las movilizaciones del 2006 y 2011 no estaríamos debatiendo ninguno de los temas actualmente. La ley de inclusión que se está discutiendo actualmente en su último trámite es histórica porque empieza a marcar el cambio en la educación chilena que venimos impulsando desde las movilizaciones estudiantiles. Lo que dijimos siempre es que queríamos pasar de la lógica de la competencia a la lógica de la inclusión o de lo público.”, especifico Jackson.

De la misma forma Camila Vallejo, ex presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH), también aseguró que no se estaría legislando esta Reforma si no hubiese aparecido el movimiento social.

“Este día debemos dedicarlo a todas las familias chilenas que nos mandataron para cambiar la educación de nuestro país, a todos aquellos jóvenes estudiantes que sufrieron la represión policial por manifestarse en la calles, exigiendo un poco de justicia social, exigiendo Educación como derecho social, es decir, gratuita y de calidad para todos y todas. Hoy y es crucial dejar esto en claro, no estaríamos legislando esta Reforma si no hubiese sido por la lucha del movimiento social y si la experiencia mundial no hubiese sido tan clara y contundente en esta materia.”, explicó Vallejo.

Sin embargo, este pensamiento no es unánime. Durante todo 2014 se pudo ver a distintos participantes del movimiento estudiantil acusar al gobierno de cooptar sus demandas y no resolverlas de manera adecuada. Recordado fue el episodio en el que los representantes de las universidades se bajaron de la mesa de diálogo impulsada por las autoridades del Mineduc, por no sentirse oídos.

En esa línea, la actual presidenta de la FECH, Valentina Saavedra, no considera que esta Reforma represente al movimiento estudiantil. Es más, la egresada de arquitectura declaró que no fueron escuchados en el proyecto que ayer fue aprobado.

“Nosotros levantamos una serie de indicaciones para poder mejorar el proyecto y que efectivamente se acercara más a lo nosotros habíamos propuesto. Pero no fuimos escuchados. Entonces podríamos decir que éste no es lo que el movimiento estudiantil estaba demandando. De hecho ni el 2011 ni nuestras demandas caben en esta Reforma.
Finalmente, esperamos que en el proyecto de Educación Superior aumente la claridad por parte del Ministro”, aseveró Saavedra.

Según su opinión, este proyecto mantendrá una educación segregada y la lógica de la competencia. Tampoco cumplirá con una de las grandes premisas de su título ya que no se terminará ni con el lucro, ni con el copago ni menos con la selección.

Pese a ello, existen otros ex miembros del movimiento que reconocen que, pese a las limitantes del documento aprobado, sin lugar a dudas es un avance y una victoria. Así lo plantea  Joaquín Walker, ex líder estudiantil del 2010. El abogado, que trabaja en la Fundación Elige Educar, recordó lo importante que fue el movimiento que congregó a los estudiantes. Un cambio en el ambiente, nuevos temas en la agenda y poner a la educación como prioridad en las encuestas fueron resultados, que él, vincula con el aporte de los estudiantes.

“Ciertamente el movimiento estudiantil con su expresión más fuerte en el 2006 y 2011, lograron posicionar temas que no estaban en la agenda pública y hacerle sentido a los ciudadanos en general a través de sus demandas, propuestas y con su diagnóstico sobre que la educación necesitaba cambios profundos.”, expuso el ex presidente de la FEUC. [FIN de la nota de DiarioUChile]

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Y más:

El 27 de enero, a través de su cuenta en Facebook, la Fech comunicó:

“Nunca dijimos que queríamos mejorar el modelo educacional, dijimos que queríamos cambiarlo. La reforma aprobada ayer sólo regula el mercado y deja a los particulares pagados fuera de la ley, reunidos en sus elites. ‘Luego de 450 indicaciones siguen haciendo negocios con nuestros derechos'”. La Federación hace un llamado a la calle.

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Chile: diputados/as despachan proyecto de fin al lucro en educación y queda en condiciones para ser ley

En sesión especial Cámara Baja aprobó cambios introducidos por el Senado al proyecto de la reforma educacional. Debate estuvo cruzado por efectos de fin a la selección y el copago.

Fuente: Pablo Cádiz | La Tercera | 26.01.2015

Lee también: Seis claves para entenderlos cambios que traerá el proyecto sobre fin al lucro, copado y selección.

Foto: La Tercera

Foto: La Tercera

En condiciones de convertirse en ley quedó el proyecto de la reforma educacional que busca poner fin al lucro, al copago y a la selección. Esto luego que la Cámara de Diputados aprobara los cambios introducidos por el Senado al proyecto.

Una vez finalizada la votación, el ministro de Educación, Nicolás Eyzaguirre, expresó su “gratitud a los parlamentarios de la Nueva Mayoría e independientes que estuvieron en la misma tesitura del gobierno de que no es posible la calidad sin inclusión, como lo demuestran las mejores experiencias de calidad en el mundo”.

El debate en la Sala estuvo cruzado por los emplazamientos de la Alianza hacia la Nueva Mayoría, desde donde compararon la iniciativa con el Transantiago y aseguraron que el proyecto “nivela hacia abajo”.

La votación, en tanto, se vio dificultada por manifestaciones en las tribunas y la censura solicitada por los diputados de la Alianza hacia el presidente de la Cámara, Aldo Cornejo por haber desalojado sólo a una parte de las tribunas, como fue la Confepa. Tras el incidente, buena parte de los diputados de la Alianza se retiraron de la sala indignados.

“Lo que nosotros hicimos fue mostrar nuestra indignación frente a una reforma que es negativa. Queremos decirles a los apoderados que no están solos”, dijo el UDI Jaime Bellolio tras la votación.

En tanto, el presidente de la Comisión de Educación, Mario Venegas destacó que tras la aprobación “no habrá más lucro. Esto es una tremenda noticia para Chile, para cambiar las bases de un sistema segregador. Con esto se empieza a construir otra historia y con una agravante, que nuestros colegas son bastante malos perdedores”.

“Este proyecto se hace cargo de desmantelar tres pilares de las leyes del mercado en la educación, que son el copago, la selección y el lucro. Hoy día podemos decir por fin que nos estamos poniendo a la altura de países desarrollados que han logrado altos estándares de calidad en sus modelos educativos gracias a que incorporan de manera decidida el criterio de equidad, además de los criterios de inclusión y no discriminación, por lo que obviamente estamos muy contentos”, dijo al diputada del PC Camila Vallejo, quien el 2015 presidirá la comisión de Educación.

Un punto de vista distinto tuvo el diputado de Evópoli Felipe Kast dijo que“estamos muy tristes, porque con este proyecto se le quitó el alma a los colegios emblemáticos. Todos los colegios tienen acá a sus hijos en sus propios institutos nacionales y quieren negarle a la clase media esta posibilidad. Acá estamos negando la meritocracia”.

“Es un buen día para nuestro país, sin perjuicio de algunos detalles con los que no estamos de acuerdo”, dijo por su parte el diputado y ex dirigente estudiantil Giorgio Jackson.

Durante las últimas horas el gobierno hizo intensas gestiones en miras a evitar el escenario de una comisión mixta pues se corría el riesgo de que no se lograra aprobar el texto antes del 31 de enero.

REVIVE ACÁ EL MINUTO A MINUTO DE LA DISCUSIÓN

LOS EJES DEL PROYECTO

-Fin al lucro: El texto aprobado por el Senado señala que los establecimientos que reciban subvención por parte del Estado no podrán perseguir fines de lucro y “deberán destinar de manera íntegra y exclusiva esos aportes y cualesquiera otros ingresos a fines educativos”. Dentro de las acciones en las que se pueden destinar los recursos se encuentra el pago de remuneraciones, adquisición de servicios, materiales o insumos para la gestión educativa; gastos de mantención; pago de hipotecas para adquirir los inmuebles, entre otras.

En este contexto, se aprobó aplicar sanciones administrativas, civiles y penales a quien lucren con fondos públicos en educación. En caso de que un sostenedor destine recursos educacionales para otros fines deberá restituir esos montos. Comprobada la infracción, se le podrá cursar una multa correspondiente al 50% del monto sustraído o desviado. En esta etapa se pueden determinar responsabilidades civiles o penales.

-Fin al copago: Se termina con el financiamiento compartido. De esta forma, el Estado irá aumentando la subvención de manera de ir supliendo el copago que entregaban los padres de los establecimientos particulares subvencionados. Pese a lo anterior, los padres sí podrán hacer donaciones voluntarias a los colegios, las que deberán apuntar a  fortalecer el proyecto educativo.

-Fin a la selección: Se termina con los procesos de admisión a través de las entrevistas a los padres y pruebas de rendimiento.  Para estos efectos se realizará un proceso de postulación centralizado, donde los padres pondrán sus preferencias. En caso de que la demanda supere a la oferta, los cupos se someterán a un proceso aleatorio.

Uno de los puntos más conflictivos durante la tramitación en el Congreso fue el fin a la selección en los liceos “emblemáticos”, como el Instituto Nacional. Si bien en el senado se hicieron gestiones para postergar esta enmienda, finalmente se aprobó el plazo de 5 años para que este tipo de establecimientos deje de aplicar pruebas especiales. Pese a lo anterior, se hace la salvedad de que podrán reservar hasta un 30% de la matrícula para alumnos de alto rendimiento.

Chile: conoce historias de familias que optaron por colocar sus hijas/os en escuelas públicas

Son pocos, pero hay. En un país donde uno de los principales mecanismos para demostrar el ascenso social es dejar atrás los servicios públicos, sea en salud o educación, hay algunos profesionales que, teniendo la posibilidad de pagar por otras alternativas, optan hoy por colocar a sus hijos en colegios municipales. Cinco casos que reivindican esa opción con mucha convicción.

Fuente: Angélica Bulnes y Tania Opazo | La Tercera

Natalia García: “La gente se imagina que es mucho más difícil y precario de lo que es”

Natalia García: “La gente se imagina que es mucho más difícil y precario de lo que es”

A Natalia García no le dan lo mismo los indicadores académicos. Entre el año 2001 y el 2010 trabajó en el Simce y estuvo a cargo del equipo que hacía las pruebas de lenguaje. Hoy es coordinadora del Plan Nacional de Lectura del Ministerio de Educación, y una de las pocas personas de esa institución que ocupando un cargo medio o alto tiene a sus hijos en un colegio municipal.

Este es un tema que -más allá de ella- ha generado cierto debate cuando, por ejemplo, la Confepa acusó de doble estándar a las autoridades del ministerio y de la Nueva Mayoría, porque mientras impulsan una reforma que prohíbe el copago y la selección en los colegios, casi todos educan a sus hijos en particulares. Pero Natalia García no está haciendo una declaración ideológica: “Uno no hace experimentos con los hijos”, dice y explica que los suyos, de 10, 8 y 5, van a la Escuela Salvador Sanfuentes porque ella y su marido, Juan Andrés Dezulovic, creen que es una excelente opción. Los dos mayores no empezaron ahí, sino que en el Liceo Manuel de Salas, que depende de la Universidad de Chile y es visto como una alternativa entre lo municipal y lo privado, aunque cuesta cerca de 200 mil pesos mensuales.

Pero se fueron de Ñuñoa a Santiago y para ellos era importante que el colegio estuviera cerca de su casa. Esa fue la propia experiencia de Natalia que hasta octavo básico pasó por varios establecimientos públicos, porque la cambiaban cada vez que sus padres se movían de barrio. “Por lo mismo yo no tengo eso de que los amigos del colegio son para siempre. Aquí se le otorga demasiada importancia a la vida escolar, pero tal vez es porque en Chile es el origen de tus redes”. Buscando una alternativa laica llegaron al colegio Pedro de Valdivia, y muy rápido sintieron que no encajaban. “Teníamos la sensación de que es un colegio que está seleccionando siempre”. Junto a otra pareja de apoderados que se sentía igual de incómoda fueron a la municipalidad, se reunieron con la alcaldesa, Carolina Tohá, revisaron en la página de la Superintendencia de Educación datos como cantidad de profesores y alumnos por establecimiento, resultados del Simce y se fueron al colegio municipal.

Aunque su marido, abogado de la Universidad de Chile y ex alumno del Instituto Nacional, estaba un poco más reacio al comienzo, no le costó mucho dar ese paso. La Escuela Salvador Sanfuentes, ubicada al frente del Museo de la Memoria, llega hasta octavo básico y dado su buen nivel académico hasta ahí llegan niños de distintas comunas. Cerca de la mitad vive en condiciones de vulnerabilidad, bien distintas a la de los hijos de Natalia, sin embargo, ella explica que hasta ahora ellos no han hecho de eso un tema. En lo académico se ha encontrado con los mismos textos escolares, el mismo método Singapur y contenidos que en el colegio anterior. “La diferencia es que tengo la sensación de que aquí a mis niños los ven más.

Pero aquí no te vas a encontrar los resultados del Simce de un colegio particular que selecciona y tienen a niños de un nivel académico mucho más homogéneo”. Lo que sí les ha costado es el horario vespertino, de dos a siete. “Pero en general creo que básicamente ha sido pura ganancia. Ahora, sí hay que reconocer que te alejas de tu círculo, nosotros, los padres. A lo mejor nos hacemos amigo de otros apoderados, pero es menos probable”, dice y agrega: “Uno está acostumbrado a juntarse con gente que se parece a uno y aquí te encuentras con gente muy distinta.

Eso es parte de la ganancia, pero también a veces dificulta hacer vínculos”. ¿Y qué te dice tu círculo de que tus hijos estén en un colegio público? Ah, bueno, todo el mundo te dice que admira tu consecuencia, que lo haría, hay muchos aplausos.  Les parece bien razonable. Creo que también da cierta confianza que yo trabaje en el Mineduc, que conozca el sistema… Les parece bien, pero para los otros. A mí me cuesta un poco entender que no haya más gente que lo haga. Si yo viviera en Providencia, en Ñuñoa, si vives en Santiago mismo, en Las Condes, es decir en comunas que tienen un nivel socioeconómico mayor, la opción pública es muy buena. Los municipios pagan mejor, tienen buenos profesores, les importan los resultados. Creo que al final hay susto a estar con otros distintos.

Eduardo Santa Cruz: “Un colegio privado habría sido completamente contrario a lo que pienso”

Para Eduardo Santa Cruz, sociólogo que lleva más de 10 años investigando temas de educación, poner a su hija Catalina, de 13, en un colegio público no fue un tema de plata sino que de convicciones: “Es una decisión coherente con lo que pensamos como familia, con cómo vemos el mundo y con el valor que le damos a lo público”. Él se educó en un colegio privado, el Francisco de Miranda, un establecimiento que estuvo muy ligado a la oposición en la dictadura, pero a su hija le tocó entrar al sistema escolar mientras vivían en España, donde él estaba haciendo un Doctorado en Educación. Allí la matricularon en la escuela pública del barrio, y cuando regresaron a Chile, cambiarla a un colegio particular estaba fuera de la discusión.

“Con total conocimiento de cómo son los colegios en Chile queríamos una escuela pública. No era ni por choreza ni por ignorancia, teníamos nuestras ideas claras”.Catalina entró a la Escuela Mercedes Marín de Providencia. Aunque la niña se aburría en algunos ramos -dado que venía con un nivel más alto desde España- Santa Cruz aclara que “no es un mal colegio”.

Rodrigo Calderón: “Mis hijos son de colegio con número, pero no cualquier número”De hecho, la experiencia fue positiva para su hija y nunca consideraron cambiarla. En 2014, cuando ingresó a séptimo básico en el Liceo Carmela Carvajal, las cosas se pusieron “más desafiantes” y tuvo que dedicar mayor tiempo al estudio.Santa Cruz, quien trabaja en la Facultad de Ciencias Sociales de la U. de Chile y el Programa Interdisciplinario de Investigaciones en Educación (PIIE), reconoce que este “liceo emblemático” no representa la realidad de la mayoría de los colegios municipales. “Tengo superclaro que mi hija está yendo a un colegio con particularidades, pero creo que estas son extensibles a más colegios públicos”, dice. Según él, en general los padres dividen el sistema entre escuelas públicas malas y subvencionadas y particulares buenas, lo que a su juicio no es siempre así.

“Nada indica que los colegios subvencionados son mejores que los públicos. Y si tú miras los colegios privados en el mundo no son los mejores”. La diferencia, como se ha repetido mucho en el contexto de la discusión de la actual reforma, está en la casa: “La educación de la familia influye en al menos un 60 por ciento de los resultados académicos, y súmale a eso el barrio donde viven”. Por esto, él cree que los colegios privados son lugares donde “la elite termina de construirse a sí misma” y que un buen colegio, en cambio, debe reflejar la diversidad social. “No me interesa que mi hija se eduque en un club”, asegura.

“Yo creo que a mi hija le beneficia estar en la educación pública, en vez de perjudicarla, como muchos podrían pensar”. Pese a eso, sus familiares y amigos, “muchos de izquierda”, agrega, reaccionan con un silencio incómodo cuando les cuenta que Catalina estudia en un liceo. “Es supertriste, porque en general uno sabe que ellos están pagando por humo en sus colegios. Hay que entender que las escuelas públicas, hoy tan desmedradas, son producto de la lógica del sistema, pero también de que quienes tenemos un mayor capital cultural y económico hemos sacado a nuestros hijos de ahí. Hay que lograr que la gente deje de tenerle miedo a lo público, y para eso se necesita que el Estado no piense más que lo público es para los pobres”.

Rodrigo Calderón: “Mis hijos son de colegio con número, pero no cualquier número”

“Yo soy hijo de un colegio con número, pero no con cualquier número y con mis hijos pasa lo mismo”. No es un gesto de arrogancia el del sociólogo Rodrigo Calderón (51), sino la forma que tiene para explicar que aunque está orgulloso de su opción por colegios públicos también es consecuencia de que pudo acceder a los de excelencia. “Yo me compro esto de la tradición, de la identidad, de lo colectivo, de lo público y todo, pero sería mentira si dijera que defiendo la educación pública a raja tabla porque no es así”, dice el jefe de proyectos de la consultora de ingeniería y medio ambiente POCH.  No siempre fue una opción. Sus dos hijos mayores entraron al colegio San Agustín en Ñuñoa. Pero cuando su segundo hijo tuvo un problema de salud que requería un tratamiento caro, se le hizo cuesta arriba pagar dos colegios y junto a su mujer pusieron al mayor en el Instituto Nacional y al segundo en el Liceo José Victorino Lastarria.

“Sentí que volvía a mis raíces”, dice Rodrigo, pero el ex institutano también se encontró con cambios. Aunque seguía existiendo una identidad ligada a la meritocracia y el rigor, “mi experiencia era la de un colegio donde convivían, por así decirlo, ricos y pobres. El hijo de embajador, con el de un militar y un obrero. Cuando llegué con mi hijo mayor, me di cuenta de que la condición socioeconómica y cultural era más homogénea y de sectores medios bajos y que la motivación principal de los padres era que sus hijos pudieran romper el círculo de la pobreza”. A los dos niños les costó pasar de un colegio más chico a uno en que eran un número más. Tuvieron que validarse, les tocaron las movilizaciones del año 2006, y se involucraron muy a fondo. Pero una vez superada la contingencia económica, y con Rodrigo con un nuevo trabajo que le hubiera permitido devolverlos a un colegio privado, quisieron quedarse. Y cuando llegó el momento de matricular a su hija, la única mujer y la más chica, eligieron una vez más un colegio público, el República de Siria en Ñuñoa.

La principal ganancia para él, ha sido, que sus hijos se han conectado con otras realidades. “Además los colegios públicos generan preocupaciones distintas, en cuestiones más sociales y vinculadas al desarrollo del país”. A veces, eso sí, dice que les pena por ejemplo, la posibilidad de que aprendan idiomas o que se desarrolle en áreas distintas a los ramos de clase. “Estos son establecimientos que están más preocupados del rendimiento académico”, y lo prueba los altos puntajes que obtienen en el Simce, por ejemplo, pero hay otras cosas que suple con clases particulares. Actualmente su hijo mayor acaba de graduarse en economía en la Universidad de Chile, el segundo estudia lo mismo en la Universidad de Buenos Aires y la menor pasa a octavo básico. Tanto adentro como fuera del colegio, él sabe que es un caso excepcional. Afuera porque no conoce ni entre sus compañeros de sociología no de trabajo otro que haya optado por un colegio municipal. Mientras, “en el curso de la Elisa, de los 46 alumnos, debe haber siete u ocho apoderados profesionales”. Por eso, él también siente que está haciendo una contribución a la educación pública, aunque sea modesta: “Si la Elisa, mi hija viene de una familia con un perfil distinto, quizás ella está ayudándole a otros chicos a conocer otras cosas, así como ella también aprende de ellos”.

Rodrigo Sepúlveda: “La escuela pública debe volver a ser el motor del Estado”

Rodrigo Sepúlveda, antropólogo y profesor en la Escuela de Terapia Ocupacional de la Universidad de Chile, y Paula Iturra, psicóloga (en la foto de portada), han hecho gran parte de su vida en el Barrio Brasil, en la comuna de Santiago. Su casa queda a dos cuadras de la Alameda y a cuatro del nuevo colegio de su hija, Amanda, de nueve años. La Escuela República del Ecuador, creada en 1891, los acogió cuando la sacaron del colegio Pedro de Valdivia. “Nos aburrimos de una lógica neoliberal de enseñanza. Es como meter a los hijos a un reality desde pequeños”, dice Rodrigo.Para él, el problema fue la obsesión por el éxito del colegio anterior. Todo giraba en torno al método Singapur, el Simce y la PSU.

“El proyecto educativo estaba basado en la discriminación y en presionar a los niños todo el tiempo”. En su opinión, era clave que Amanda perdiera el miedo a lo distinto, que trabajara su confianza en los otros. “Yo trabajo en una universidad donde comparten personas de distintas clases sociales y visiones, y no quería que la Amanda estuviera en un ambiente tan segregado”. Así, la elección del nuevo colegio se basó en sus buenos resultados académicos, pero también en su estilo más cercano y su “impronta republicana”, como la describe Rodrigo. Padre e hija estaban entusiasmados con la idea, pero Paula dudaba. La sicóloga estudió en un colegio privado y siempre se sintió protegida en ese ambiente, pero finalmente cedió e incluso más, se entusiasmó. “Tenía la convicción, racional, de optar por lo público, pero me daba susto, se me apretaba la guata. Finalmente me convencí cuando conocí la escuela, durante la postulación. La flexibilidad y gran trato personal de quienes trabajan ahí me hizo sentir segura”.

La niña llegó ahí en 2014 a tercero básico. Al comienzo le costó integrarse, pero terminó el año elegida como la “mejor compañera” del curso. Ella misma explica que ahora estudia con niñas de distintas nacionalidades. Ecuatorianas, peruanas, una “un poco española”, y otra mapuche, que para ella cuenta también como nacionalidad porque “era el país que éramos antes”. Otras le cuentan que viven en un lugar pobre. “Me di cuenta porque viven en casas pequeñas y tienen que compartir la pieza”. Pero le gusta que sean diferentes, “no como en el otro colegio”.

Rodrigo reconoce que tal vez si Amanda fuera a los llamados “colegios de elite”, que él asume están principalmente enfocados en el desarrollo de los “logros cognitivos”, se notaría la diferencia en términos académicos, pero por otra parte afirma que “hay un montón de cosas que son tan importantes como la escuela”. Por ejemplo, con los 200 mil pesos o más que se ahorran mensualmente en colegiatura, Amanda tomó clases de piano, y en su tiempo libre -la escuela es media jornada- ha tenido tiempo para desarrollar sus hábitos de lectura, su gusto por el dibujo y “construir espacios de juego y búsqueda personal”, dice. “A uno le venden un estereotipo de lo público, de que es mediocre, pero para nosotros todo ha sido sorprendentemente bueno. Es una escuela con número, pero no tratan a los chicos como números”, concluye Paula.

Marco Antonio Coloma: “Si la educación pública lo hizo bien con nosotros, por qué no lo va a hacer bien con nuestras hijas”

En 2009 Julieta, la hija mayor del editor Marco Coloma, entró a primero básico en la escuela El Vergel, de Providencia. Para él y su ex mujer la decisión de colocar a la niña en un colegio público fue más bien práctica. Podían pagar un colegio particular aún a riesgo de quedar más ahogados en el presupuesto, pero como ambos se formaron en el sistema público, y desconocían cómo eran los colegios privados, tenían la impresión de que “pagar por educación era básicamente pagar por relaciones”, explica.

Cuando la matricularon, la educación pública no era un tema con tanta fuerza en la agenda, pero tras las movilizaciones estudiantiles de 2011, su opción, dice Coloma, cobró más sentido. “Hoy, con más información y conciencia de lo que está pasando, con mayor razón tomaríamos la misma decisión”. Por esto, cuando fue el turno de matricular a su segunda hija, Emilia, optaron por el mismo colegio. Ahí, dice, ambas han sido felices “conociendo el mundo tal como es, a diferencia de los guetos privados que lo muestran sin la complejidad que tiene”. Él mismo notó en los apoderados gran diversidad; contadores, microempresarios y peluqueras eran parte del grupo, todos con “mucha voluntad por participar”.

Pero Coloma, hoy director de la agencia de servicios editoriales Tipográfica y profesor del Magister en Edición de la Universidad Diego Portales, reconoce que vivir en Providencia no dio lo mismo al momento de elegir, porque no en todas las comunas tienen establecimientos municipales de buen nivel. Y aunque está contento con la calidad de enseñanza que las niñas reciben, dice que hay falencias. La primera, el inglés, que es básico, y él cree es una de la razones por las que otros papás no se atreven con los colegios municipales y “pagan una colegiatura de 200 mil pesos, para que su hijo salga bilingüe”. Por esa misma razón, están considerando clases particulares de este idioma para Julieta, quien este año entra el Liceo 7. “En esas cosas me gustaría que la educación pública compitiera con la privada”, agrega.Se queja también de las clases de religión. No entiende por qué en una escuela laica las hay, ni tampoco que las niñas que no quieren asistir a esa clase tengan que quedarse al fondo de la sala mientras las otras tienen ese ramo.

“Esas horas se podrían aprovechar en otra disciplina. Además, me molesta que mi hija chica llegue a veces cantando canciones religiosas”. La falta de infraestructura deportiva también le preocupa, ya que no tienen una cancha y tienen que ir a un centro deportivo de la municipalidad para las competencias. Sus hijas no son muy deportistas, pero por eso especula que si hubiesen tenido más acceso y espacios para la práctica, quizás habría sido distinto.Aún así, Coloma está orgulloso de que las niñas estén en la educación pública, pero no ofrece lecciones ni juicios para los demás: nadie debería meterse, opina, en qué colegio pone a sus hijos el resto, ni siquiera tratándose de los que están diseñando la educación pública del futuro. “Los hijos son los hijos, y si además tienen la plata, cada uno verá dónde los educa”.

Los hijos del video

En noviembre pasado, el Mineduc lanzó un video en defensa de la educación pública titulado Educación Pública. Un derecho. Un orgullo y que cierra con la frase “Yo me matriculo en la educación pública”. En él aparece, entre otros personajes, el músico Horacio Salinas y el escritor Antonio Skármeta. ¿Dónde estudiaron sus hijos?Beltrán y Gabriel, los hijos mayores de Skármeta, tenían unos cinco o siete años cuando dejaron el país después del golpe de Estado.

“Si no hubiera habido, cómo llamarlo elegantemente, esa interrupción, probablemente habrían crecido libres y felices, y hubiera tratado de que estudiaran en el colegio donde yo estudié, el Instituto Nacional”, dice el último Premio Nacional de Literatura.Fabián (25), hijo de su matrimonio con Nora Maria Preperski, en Alemania, también recibió educación pública en ese país, “donde los profesores aspiran a trabajar ahí porque están excelentemente pagados, tienen la posibilidad de seguir perfeccionándose, horarios humanos y extensas vacaciones”, dice. Al llegar a Chile, Fabián ingresó al Colegio Alemán Sankt Thomas Morus para mantener el idioma.

Según Skármeta, Chile tuvo educación pública de calidad antes de 1973, la perdió y debe recuperarla. “Los padres echaron mano a los colegios de calidad que tenían al alcance. Lo que se está haciendo es un movimiento para el futuro, entonces no se puede acusar a los padres que no mandaron a sus hijos a la educación pública de calidad porque no la había”, asegura. Por su parte, los tres hijos de Horacio Salinas estudiaron en establecimientos privados. Camilo Salinas (38) en la Scuola Italiana y en el colegio Francisco de Miranda. Martina (28) y Manuela (27), en el Colegio La Girouette. “No veo una contradicción entre lo que escogí y lo que deseo. Por eso estoy por fortalecer la educación pública y sobre todo que sea de calidad. Deseo que la educación no sea un bien de consumo y que en el futuro, personas como yo no se vean en la obligación a escoger instituciones privadas cercanas a la casa”, concluye.

Chile: para Fernando Atria, reforma educacional “es un proyecto histórico, extraordinariamente importante”

A su juicio, con esta iniciativa el país “esta recuperando el sentido común” tras una lógica de privatización.

Fuente: CNN Chile

Fernando Atria, experto en educación, en entrevista con CNN Chile profundizó en la discusión sobre el proyecto de inclusión impulsado por el Gobierno de Michelle Bachelet, destacando que en términos generales “uno debería decir que este es un proyecto histórico” con un paso “bien decidido” en la transformación de la educación desde una mercancía a un bien social. “Es extraordinariamente importante”, destacó.

Asimismo, explicó que la iniciativa hará que se piense sobre educación “de una manera distinta” y que a futuro se cuestionará la actual institucionalidad con sus problemas de selección, financiamiento y segregación, a partir de la privatización.

“Alcanzamos un nivel prácticamente único en el mundo de llegar en esta vía de privatizarlo todo”, recalcó. “Es prácticamente inédito en el mundo y estamos recuperando nuestro sentido común”, agregó Atria, expresando que durante la discusión en el Senado se perdió el foco sobre el objetivo de cambiar la forma en que se discute sobre educación.

Asista a la entrevista, en video:

“A presença de sistemas de ensino privados nas escolas públicas enfraquece as comunidades educativas enquanto sujeitos ativos e criadores”

Versión en español

Foto: Roberto Parizotti/Secom CUT

Foto: Roberto Parizotti/Secom CUT

Com vistas a debater as múltiplas tendências e os impactos do “Edu-business” para a realização do direito humano à educação, #Contracorriente entrevistou a pesquisadora da Universidade Estadual de Campinas (UNICAMP), Brasil, Theresa Adrião, e o pesquisador Gustavo Paiva, da ONG Ação Educativa, ambos co-autores do estudo Sistemas de Ensino privados na educação pública brasileira: consequências da mercantilização para o direito à educação, realizado no âmbito da PERI (Privatization in Education Research Initiative) da Open Society Foundations. A pesquisa contou ainda com a participação das pesquisadoras Raquel Borghi, Teise Garcia e Regiane Helena Bertagna, e do pesquisador Salomão Ximenes. Acesse a página com uma síntese dos dados da pesquisa: http://www.observatoriodaeducacao.org.br/mapas/#/

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CLADE lanza consulta sobre la gratuidad de la educación básica en América Latina y el Caribe

La investigación analiza el cumplimiento de la gratuidad de este derecho en la región a partir de estudios de caso en Colombia, Guatemala, Honduras y Paraguay

capa_gratuidadLos marcos internacionales sobre la gratuidad del derecho humano a la educación, específicamente: la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948), el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (1966) y el Protocolo de San Salvador (1988), reconocen que la enseñanza primaria debe ser obligatoria y estar disponible gratuitamente para todas las personas. También establecen que la enseñanza secundaria y superior debe estar accesible para todas y todos, implementando progresivamente su gratuitad.

Asimismo, las constituciones, leyes generales de educación y otros dispositivos de los Estados de América Latina y el Caribe han incorporado este conjunto de obligaciones. Sigue leyendo

EDUCACIÓN S.A (el mercado ataca de nuevo)

Fuente: Contrapuntos | Pablo Gentili

Aunque quizás pocos lo hayan notado, la educación ha sido la verdadera protagonista de algunos de los principales acontecimientos políticos de la última semana en América Latina. El hecho parece inédito. El estrellato de la educación no se debió esta vez a ninguna mala noticia, como suele ser habitual, sino más bien a un inusual reconocimiento acerca del valor que ella tiene para resolver providencialmente los principales problemas que deberán enfrentar los países de la región.

El hecho debería alegrarnos. Finalmente, la educación parece estar ganando el lugar que le cabe como gran apuesta al futuro, como oportunidad para hacer de las nuestras, sociedades más democráticas y justas.

Entre tanto, una revisión de las razones y argumentos que dirigieron hacia la educación el centro de las atenciones en el debate regional, no dejan de ser frustrantes y, de cierta forma, lamentables.

Lagarde 2

Christine Lagarde, directora gerente del FMI. Foto: Andrew Harrer (Bloomberg)

Los días 5 y 6 de diciembre pasado, se celebró en Santiago de Chile la Conferencia “Desafíos para asegurar el crecimiento y una prosperidad compartida en América Latina”, organizada por el Fondo Monetario Internacional (FMI). Allí, diversos funcionarios del organismo alertaron que el ciclo de reformas sociales de la última década se había agotado y que las bajas tasas de crecimiento económico del continente, en un contexto global cada vez más incierto y riesgoso para la región, obligaban a un mayor rigor fiscal y a una inmediata reorientación de las políticas macroeconómicas. La reunión contó con la participación de algunos ministros de economía, presidentes de bancos centrales de diversos países latinoamericanos y un destacado conjunto de intelectuales y representantes de organizaciones internacionales. En la ocasión, la titular del FMI, Christine Lagarde, expuso algunas de las recomendaciones elaboradas por el organismo para enfrentar los desafíos futuros, poniendo especial énfasis en que, la necesidad de reactivar las economías, dependerá de una progresiva y sistemática mejora de “la educación, la infraestructura y la promoción de políticas que conduzcan a un crecimiento más equilibrado, inclusivo y sostenible”.

Difícil es saber si alguno de los presentes, en su sano juicio, pudo haber confiado en semejante aspiración de buena voluntad, por parte de un organismo que mucho ha tenido que ver con los mayores desastres económicos que ha vivido América Latina durante los últimos cincuenta años. Lagarde no perdió oportunidad de exponer su particular visión sobre los avances en los procesos de integración regional, descalificando con una metáfora gastronómica al Mercosur, la Unasur y el Alba, a los que tildó de “plato de espagueti”, al mismo tiempo en destacó magisterialmente a Chile como “un alumno que trabaja duro y trata de mejorar su destino”. (Esto último no se supo si era un elogio o una advertencia al gobierno de Michel Bachelet). Por cierto, nunca ha sido la delicadeza ni la cordialidad la marca del trato que los funcionarios del FMI le han dispensado a América Latina, algo habitual en sus anteriores gerentes, como el promotor de crisis globales Michel Camdessus, la poco amigable señora Anne Krueger, el eximio administrador de empresas Rodrigo Rato, o el festivo Dominique Strauss-Kahn.

Preocupada con los altos índices de desigualdad y de violencia en la región, Christine Lagarde sostuvo convencida que “hay que realizar reformas estructurales, y eso incluye mejorar el nivel de educación, asegurando que la formación responda a las necesidades del mercado”.

Desde este punto de vista, los problemas de competitividad y productividad que limitan las posibilidades de crecimiento de las naciones latinoamericanas, en el actual contexto internacional, dependen de la necesaria y urgente orientación de la educación a los requerimientos de la economía. Por otro lado, en un contexto potencialmente recesivo, la disminución del fondo público obliga a orientar el gasto social de forma más efectiva, priorizando la formación profesional y el desarrollo de competencias que permitan una inserción más competitiva de los individuos en el mercado, contribuyendo al dinamismo de la economía. En otras palabras, la educación debe reducirse a la capacitación laboral ya que es el déficit de formación lo que explica, en buena medida, las trabas que impiden el desarrollo de las naciones latinoamericanas.

El desafío atribuido a la educación contrasta, naturalmente, con un diagnóstico muy negativo de las condiciones en que se promueven las políticas educativas en la región: la improductividad del sistema escolar, su pésima calidad, la mala formación docente y los bajísimos niveles de aprendizaje de los alumnos, sumados a una mala gestión y administración de los recursos invertidos. Reorientar la educación hacia las demandas y necesidades del mercado es la solución propuesta por el FMI, así como por el Banco Mundial, una receta que vienen repitiendo desde hace más de treinta años y que siempre plantean con una sorprendente pretensión de originalidad.

En una línea semejante, el día de ayer, 9 de diciembre, la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), la Corporación Andina de Fomento (CAF) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), presentaron su publicación conjunta, Perspectivas Económicas de América Latina 2015: Educación, Comptencias e Innovación para el Desarrollo. El documento alerta también sobre las incertidumbres y desafíos que impone la nueva coyuntura internacional a las economías latinoamericanas:

“Para impulsar el crecimiento potencial y la equidad es necesario seguir avanzando en reformas estructurales. El crecimiento de la productividad continúa siendo modesto con relación a los países de la OCDE y otras economías emergentes y, a pesar de las reformas recientes, América Latina es la región más desigual del mundo. En particular, las bonanzas de los recursos naturales y los flujos de capital de corto plazo hacia la región no se han reflejado en un incremento del crecimiento económico potencial de la región. Reformas para fortalecer la educación, las competencias y la innovación han de favorecer la expansión del potencial de crecimiento y la productividad a través de una mejora de las capacidades de los trabajadores. Igualmente, deberán garantizar la igualdad de oportunidades en el acceso a una formación de calidad”. (+)

No deja de llamar la atención que la CEPAL y la CAF, cuya contribución ha sido fundamental para entender críticamente los procesos de desarrollo y la situación social latinoamericana durante las últimas décadas, ofrezca una visión tan limitada de la educación y de su potencial como medio promotor del progreso y del bienestar. Reducida a un mecanismo de transmisión de competencias y capacidades laborales, la acción del sistema escolar acaba así subordinada a las demandas económicas, a un mecanismo de valorización y dinamización de la fuerza de trabajo que debe adaptarse a las exigencias del mercado. El documento presentado se aleja de la perspectiva más amplia y crítica a partir de la cual estos organismos han entendido los derechos sociales, entre ellos el derecho humano a la educación, predominando aquí la visión tecnocrática y economicista que la OCDE, el FMI y el Banco Mundial siempre han defendido. El gran desafío de la educación queda reducido a mejorar las competencias laborales y a reducir (o, en el mejor de los casos, priorizar) toda aspiración de reforma educativa a la ampliación de la formación profesional.

El capítulo uno del documento, “Educación, competencias e innovación para una América Latina más dinámica e inclusiva”, amplía estos argumentos, afirmando que el aumento de la productividad y de la capacidad competitiva de las naciones latinoamericanas dependerá de la mejora en las condiciones de formación para el empleo, actualizando las competencias y la movilidad de los trabajadores. En tal sentido, “la participación y coordinación con el sector privado es muy importante tanto para orientar las demandas presentes y futuras de las empresas, como para proveer directamente formación en el lugar de trabajo”. (+)

El parámetro de la formación educativa son las demandas y necesidades empresariales y, por tal motivo, nadie mejor que los empresarios para determinar qué y cómo deben aprender nuestros alumnos.

Las referencias al carácter de la educación como un factor de inclusión social se reducen así a un problema estrictamente laboral y de inserción productiva. Un argumento al que la OCDE nos tiene ya bastante acostumbrados, pero que no era la perspectiva de la CEPAL ni de los valiosos aportes que nos ha brindado su excelente División de Desarrollo Social en los últimos años.

El problema planteado no deja de ser muy semejante al del FMI: los sistemas educativos latinoamericanos deberán salvar nuestras economías de un desastre quizás inminente. Y para hacerlo, deben cambiar, ya que son de bajísima calidad, como lo demuestran, según ellos, las pruebas PISA.

El documento citado fue divulgado mientras concluía la XXIV Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno llevada a cabo en Veracruz los días 8 y 9 de diciembre. Su lema ha sido: “Iberoamérica en el siglo XXI: Educación, Innovación y Cultura”. Un evento de fundamental importancia para consolidar y ampliar los acuerdos de cooperación e integración educativa regionales. La Cumbre de Veracruz se realiza a cuatro años de la XX Cumbre de Mar del Plata, cuyo tema había sido “Educación para la Inclusión Social” y en cuyo ámbito se realizaron importantes acuerdos como las “Metas 2021: la educación que queremos para la generación de los Bicentenarios”.

Los acuerdos de la Cumbre de Veracruz significaron un avance en el recorrido sinuoso de la integración educativa regional, gracias a la creación de una Alianza para la Movilidad Académica iberoamericana, el fortalecimiento y ampliación del Programa Neruda para la movilidad estudiantil de posgrado y el relanzamiento del Programa Iberoamericano de Alfabetización.

El trabajo de la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB) y de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) ha sido, en este sentido, destacado y de enorme valor. Sin embargo, las ausencias de los mandatarios de países de enorme importancia en la promoción de cualquier acuerdo regional, como Brasil, Argentina, Bolivia y Venezuela, sin lugar a dudas, poco ha ayudado a fortalecer una perspectiva de la educación que supere las visiones reduccionistas y economicistas que amplifican los gobiernos más conservadores y organismos como la propia OCDE.

Las Cumbres, a pesar de todas sus complejidades, fueron un espacio central para fortalecer una perspectiva que valoriza la dimensión de la educación como un derecho humano fundamental y de la política educativa como un factor de promoción de la igualdad y la justicia social. Algo bastante diferente a la visión que allí mismo manifestó el Secretario General de la OCDE, Ángel Gurría, al sostener que “si deseamos evitar una década de bajo crecimiento económico en América Latina, debemos mejorar el nivel educativo, fortalecer las capacidades de los trabajadores e impulsar la innovación”.

El economicismo reduccionista de la OCDE quizás sólo haya sido ofuscado por las desatinadas declaraciones del presidente español Mariano Rajoy. Pareciendo querer justificar el éxodo científico que vive España, Rajoy propuso en la Cumbre que los países con “excedentes de talentos” cooperen con las naciones menos desarrolladas de la región. Además, como si uno de los méritos de su gobierno hubiera sido la promoción de más y mejores aportes financieros a los estudiantes más pobres, sostuvo la necesidad de implementar amplios programas de becas para fomentar la formación de calidad, “evitando que la falta de recursos sea un obstáculo”. Vaya, vaya…

Rajoy+PeñaNieto

Mariano Rajoy y el presidente de México, Enrique Peña Nieto en la Cumbre de Veracruz. Foto: Henry Romero (Reuters)

¿Qué problema hay en todo esto?

Si Ud ha llegado a esta altura de la nota, quizás se pregunte qué problema puede haber en destacar la necesidad de que la educación responda a las demandas productivas, que nuestros jóvenes tengan una mejor formación y que puedan insertarse competitivamente en el mercado de trabajo, mejorando sus ingresos y contribuyendo así con el desarrollo nacional.

Por supuesto que ninguno.

El problema no está en reconocer que la educación puede y debe contribuir con la economía. El problema reside en reducir todas las funciones educativas a las demandas y necesidades que formula el mercado y, más operativamente, a las demandas y necesidades de las empresas. Educar para el desarrollo social es algo más complejo que educar para las Sociedades Anónimas. Pensar políticas educativas de inclusión supone un desafío mucho más amplio, más complejo, y ambicioso que desarrollar políticas de formación profesional.

Es absolutamente verdad que América Latina es la región más desigual del planeta. Entre tanto, una perspectiva educativa como la defendida por el FMI, el Banco Mundial y la OCDE no hace otra cosa que cristalizar las enormes desigualdades que imperan en el sistema escolar, revirtiendo los importantes avances logrados por casi todos los países de la región en la última década.

América Latina ha vivido una importantísima transformación democrática durante los últimos años. Los niveles de pobreza, que a comienzos de los años 90 alcanzaban a casi la mitad de la población, se redujeron drásticamente llegando hoy a menos del 28%. En el período transcurrido entre el 2002 y el 2013, más de 60 millones de latinoamericanos superaron la línea de la pobreza y, la mitad de ellos, la línea de la indigencia. La región pasó de tener algo más de 225 a 168 millones de pobres en diez años. La desigualdad, aunque más tímidamente, también disminuyó, inclusive en algunos de los países en que parecía haberse impreso como la marca estructural e indeleble de un modelo de desarrollo que siempre benefició a unos pocos, despreciando los derechos y negando cualquier oportunidad de bienestar a las grandes mayorías. Podría haberse hecho muchísimo más, sin lugar a dudas. Pero las transformaciones vividas comenzaron a revertir un ciclo de estancamiento económico y de cristalización de injusticias sociales promovidas por las políticas neoliberales que se multiplicaron en la región desde los años 70 y, particularmente, con una radicalidad expresiva en los 90.

En este marco, uno de los más significativos avances sociales del continente fue la ampliación de las oportunidades educativas a millones de latinoamericanos y latinoamericanas. Los niveles de acceso y permanencia en la escuela aumentaron de forma exponencial, permitiendo que sectores tradicionalmente excluidos del sistema educativo accedieran a él o superaran las barreras que les impedían su progresión hacia niveles que nunca antes habían alcanzado. La matrícula universitaria creció. Y lo hizo porque los hijos de los sectores populares, en algunos de los países de la región, comenzaron a cursar, por primera vez, los estudios superiores, invadiendo un nivel del sistema que siempre había permanecido como privilegio de los más ricos.

Lejos está América Latina de haber alcanzado la igualdad educativa. Pero los avances fueron notables y pusieron de relevancia no sólo la dramática persistencia de la desigualdad escolar, sino la posibilidad de revertirla por medio de políticas públicas orientadas por gobiernos que, ampliando la inversión social y promoviendo programas de gran escala, asumieron ésta como una de sus deudas y como uno de sus desafíos más ambiciosos en la promoción de la democracia y la justicia social. El inventario de lo que aún falta hacer en el campo educativo es enorme. Pero solapar o desconsiderar los avances alcanzados no puede ser otra cosa que un gesto de indiferencia hacia una conquista colectiva que ha comenzado a cambiarle la vida a millones de personas.

El gran desafío de la educación latinoamericana es contribuir a afirmar y consolidar sociedades fundadas en los derechos humanos, ampliando el ejercicio de la ciudadanía y la participación democrática. Querer hacerlo por medio de la subordinación de la educación al mercado, no parece un buen camino. El mercado es el imperio de la desigualdad, de la necesidad, es el espacio de la diferenciación y la clasificación. Cuando la educación se subordina al mercado acabamos aceptando que su función no es ampliar la igualdad entre los seres humanos, sino profundizar sus diferencias sociales, de clase, de género, de raza, de origen. Atribuimos a la competencia y al mérito individual la virtud de seleccionar y elegir a los mejores, justificando así las injusticias y la reproducción sistémica de la desigualdad.

La educación es el espacio que las sociedades democráticas disponen para producir sentidos, conocimientos, saberes y prácticas que nos ayudan a construir sociedades más justas, igualitarias, solidarias y humanas.

Se trata de politizar la educación, como una herramienta de transformación y emancipación social. Reducir toda aspiración educativa a la capacitación laboral no nos lleva a otro camino que a pensar en el sistema escolar de los pobres como una gran agencia de formación profesional para empleos flexibles.

No debe así sorprender que, justo cuando América Latina comienza a transitar de forma incipiente por un proceso de ampliación de oportunidades ciudadanas, se activen de forma drástica los discursos que insisten en recordarnos que a los pobres les cabe ocupar el lugar que siempre ocuparon, y que su tránsito por la escuela no debe ser otra cosa que la apropiación de un aprendizaje supuestamente útil para su rápida inserción como fuerza de trabajo adaptada a las necesidades de aquellos que los contratarán, los cuales, por cierto, nunca aceptarían que a sus hijos les toque como única oportunidad educativa un curso corto de inserción profesional.

La estrategia discursiva parece ser siempre la misma, aunque algunos términos se modernicen y ganen nueva fisonomía: se atribuye a la educación un poder redentor (salvar a la nación del subdesarrollo y del atraso económico), mientras se condena el sistema educativo realmente existente, aquel en el que se educan, día a día, millones de niños, niñas y jóvenes; aquel en el que trabajan miles de docentes, muchos de ellos quizás mal preparados, pero que poco tienen que ver con el imagen caricaturesca que los presenta siempre como sujetos perezosos e indolentes. Hay una educación salvadora que se dibuja en el horizonte de la esperanza conformista de un mercado que sólo aspira a ser competitivo y dinámico (sólo eso). Y una educación real, digamos de carne y hueso, degradada y despreciada por los que aspiran a reformarla desde su totalitarismo economicista, especialmente cuando ella es pública y la garantiza el Estado; esa educación que, en apariencia, nos impide cumplir nuestro justo deseo de abandonar, de una vez por todas, el subdesarrollo.

Ya lo sabemos, ya lo hemos visto, escuchado y vivido a lo largo de los últimos cincuenta años: para los economistas oficiales, para el mainstream político y empresarial latinoamericano, la educación pasa a tener alguna función relevante cuando la economía va mal y cuando hay que elaborar un pase de magia que permita prometer una salida rápida y milagrosa a los problemas que se avecinan. Así, la economía latinoamericana creció gracias a la inteligencia y a las brillantes ideas de los economistas. Como ahora enfrentará problemas por la caída del precio de las materias primas, la desaceleración de China, el alto costo del financiamiento externo y las bajísimas perspectivas de ingreso de capitales en los países de la región, al sistema educativo le toca, providencialmente, cumplir su papel. Si no lo hace, estaremos mucho peor y la culpa será de él. ¿De quién? De los docentes, de los funcionarios educativos, de las familias y los jóvenes, de los sindicatos, de la “cultura nacional”… o de quien sea, pero nunca del mercado.

Cuando el mercado funciona bien, los méritos son del mercado. Cuando funciona mal, la culpa es de la educación.

“Tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe”, decía mi abuela. Menos en este caso. El argumento ha sido utilizado hasta el hartazgo. Y se lo repite, se lo repite y se lo vuelve a repetir.

No deberá sorprender que, en este marco, en toda América Latina, se multipliquen los cursos de formación profesional como la mejor opción de educación para los más pobres y se amplifiquen las demandas y reclamos empresariales por una educación que se adapte a sus necesidades de productividad y sus casi siempre poco modestas aspiraciones de ganancia. Tampoco deberá sorprender que cada vez más la voz y la participación empresarial en el campo escolar, inclusive en la formulación y ejecución de las políticas educativas, tienda a ampliarse y multiplicarse; una tendencia que se observa de forma clara durante los últimos 20 años.

La política latinoamericana muchas veces parece una sesión de cine continuado: siempre vuelve a comenzar. Los avances sociales, uno de cuyas causas y al mismo tiempo consecuencia fue la ampliación de las oportunidades educativas de los más pobres, parecen irrelevantes porque, ante la posible inminencia de una nueva crisis económica, los empresarios vuelven a reclamar que no producen más y mejor porque no disponen de una fuerza de trabajo calificada y que contribuya a aumentar la calidad y la productividad de las empresas. Una vez más, la culpa es del Estado y de los pobres.

Las discusiones de la Conferencia del FMI y el documento analizado, casi nada mencionan acerca de los problemas que hoy existen y persisten en el mercado de trabajo de los países latinoamericanos (y mundiales), como el racismo, la discriminación de género, la negación de oportunidades a las personas con discapacidad, a los jóvenes, o las precarias condiciones de protección y respeto a los derechos de los inmigrantes o a los que siendo del mismo país son tratados como si fueran indocumentados invisibles.

Tampoco mencionan que si hubo una disminución de la pobreza (algo que todos festejan), pero la desigualdad no se redujo con la misma intensidad, esto quiere decir que, en estos últimos años, a los más ricos mal no les ha ido. Los pobres dejaron de ser tan pobres, pero los ricos no dejaron de ser tan ricos; por el contrario, en algunos casos, se volvieron aún más ricos.

Frente a los obstáculos que enfrentarán las economías latinoamericanas, el FMI, el Banco Mundial y la OCDE proponen cambiar a los pobres haciéndolos más productivos, sin preocuparse siquiera cómo los ricos producen y acumulan riqueza, cómo la reproducen y garantizan intergeneracionalmente, en sociedades marcadas por la injusticia, la exclusión y falta de garantías para el ejercicio de los derechos fundamentales. Nada indica que arriando a las agencias de formación laboral a los jóvenes más pobres, sus condiciones de vida mejorarán substantivamente. Lo que sí parece claro es que el actual modelo de desarrollo económico latinoamericano ha generado formas predatorias de apropiación de ganancias que han beneficiado a algunos pocos. Por lo tanto, que colocar el problema en las capacidad de innovación del sistema científico o tecnológico y en el formación profesional de los jóvenes, aunque no deja de ser importante, puede distraernos más que concentrarnos en el asunto fundamental: para revertir los altos índices de desigualdad hay que cambiar primero a los ricos, no capacitar a los pobres para que se conformen con lo que tienen.

El futuro nos señala la luna. El FMI, el Banco Mundial y la OCDE, sólo le miran el dedo.

Las economías latinoamericanas enfrentan, sin lugar a dudas, enormes desafíos. Y los enfrentarán en la próxima década. Sería bueno comenzar democratizando las relaciones humanas en el mercado de trabajo, mejorando las condiciones de distribución de la riqueza (cada vez más concentrada), ampliando los derechos de los trabajadores, promoviendo reformas fiscales que reduzcan la regresividad tributaria estructural que tenemos y que poco se ha modificado.

Que el FMI, el Banco Mundial y la OCDE se dediquen a opinar acerca de cómo mejorar todo esto. Si lo hacen, otros, bastante mejores que ellos, se ocuparán de la formación humana de las futuras generaciones, sabiendo que al salir de la escuela los esperará un sistema económico inclusivo, democrático y que no subordina la competitividad de las empresas al bienestar de los ciudadanos de una nación.

Desde Río de Janeiro

Perú: Estado requiere S/.60.000 mlls. para cubrir brecha en educación

Ministerio de Educación potenciará obras por impuestos y asociaciones público-privadas para mayor infraestructura en el 2015

Fuente: El Comercio | Gustavo Kanashiro Fonken

Foto: El Comercio

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La más reciente evaluación de la calidad educativa de la región, publicada esta semana y conducida por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) tuvo resultados positivos para el Perú.

Nuestro país no solo escaló posiciones desde el 2006 sino que fue uno de los países mejor posicionados en algunos rubros. Sin embargo, el estudio también detectó que los alumnos que tuvieron un mayor desempeño provenían de colegios privados, lo que demuestra que la educación pública tiene todavía mucho que avanzar.

Asimismo, el examen de la Unesco, cuyos resultados fueron difundidos a través del Tercer Estudio Regional Comparativo y Explicativo de la región, reveló que asistir a escuelas con servicios básicos de agua, desagüe y luz permite a los jóvenes obtener mejores calificaciones en comprensión lectora, matemática y ciencias, las materias evaluadas en el estudio.

De ahí que la deficiente infraestructura educativa en el Perú sea el principal reto. Según datos del Ministerio de Educación, se necesita invertir S/.63 mil millones para cubrir la brecha que tiene a miles de jóvenes en el país estudiando en locales precarios.

“El 25% de edificaciones en los colegios del país requiere ser sustituido y no solo por riesgo ante emergencias, sino porque no cuentan con lo mínimo para ser lugares de enseñanza”, detalló a El Comercio Juan Pablo Silva, viceministro de Gestión Institucional del Ministerio de Educación (Minedu).

SITUACIÓN DE EMERGENCIA

Una de las prioridades para el gobierno en el 2015 será acortar la brecha de infraestructura. Para esto se han separado, de los más de S/.22.000 millones que recibió el Minedu de presupuesto para el próximo año, unos S/.2.400 millones exclusivamente para realizar obras de inversión pública. A ello se sumará inversión privada, con lo que se alcanzará una cifra mayor a los S/.4.000 millones.

“A estos S/.4.000 millones se le tiene que sumar lo que ejecutarán las regiones y los gobiernos locales porque la verdadera responsabilidad a nivel de infraestructura recae en ellos. El Minedu lo que hace es tomar un papel más activo para poder cerrar antes la brecha”, detalló el viceministro Silva.

“Hay que dotar de la mejor educación posible a la escuela pública. No puede seguir el estigma de enviar a los hijos a un colegio público solo porque no se puede pagar el privado”, añadió el funcionario.

Chile: Informe afronta las consecuencias de la privatización de la educación, en la ONU

Chile es considerado el sistema educativo más segregado del mundo; el Foro por el Derecho a la Educación de Chile y la CLADE participaron en la elaboración del informe, al lado de la Iniciativa Global por los Derechos Económicos, Sociales y Culturales, la Clínica de Derecho de la Sciences Po y la Iniciativa de Investigación sobre la Privatización en la Educación

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Foto: Simenon

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(Santiago de Chile, Ginebra) En un informe que se hace público en el día de hoy, el Foro por el Derecho a la Educación de Chile (FORO), la Campaña Latinoamericana por el Derecho a la Educación (CLADE), la Iniciativa Global por los Derechos Económicos, Sociales y Culturales (GI-ESCR, por su acrónimo en inglés), la Clínica de Derecho de la Sciences Po y la Iniciativa de Investigación sobre la Privatización en la Educación (PERI, por su acrónimo en inglés) hacen un llamado a que expertas/os de derechos humanos de la ONU cuestionen al gobierno de Chile por las violaciones a los derechos humanos, resultantes de su sistema de educación privatizado [Descarga aquí: Informe| resumen ejecutivo].

Chile tiene la cuarta mayor proporción de escuelas primarias privadas en relación a las escuelas públicas en el mundo, número tres veces mayor que el promedio de los países miembros de la Organización por la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), en consecuencia de las reformas económicas neoliberales puestas en marcha durante la dictadura de Pinochet en los años 1980s y reforzadas por los gobiernos que le sucedieron.

Además, el sistema educativo chileno es el más segregado entre los hogares más ricos y los más pobres, según los datos de la OCDE, en una comparación con otros 64 países. El informe demuestra que ese sistema es ampliamente discriminatorio en el ámbito socioeconómico, violando a los estándares de derechos humanos internacionales que el país tiene la obligación de cumplir.

“Ese no solo es un sistema inaceptable, que impacta con más fuerza a las personas marginadas, vulnerables y pobres y reproduce altos niveles de desigualdades, sino que también es un sistema muy injusto, que afecta la cohesión de la sociedad como un todo y es ilegal, según los estándares internacionales”, indicó Camilla Croso, la coordinadora general de CLADE.

Cobros a las madres y padres de familia, practicados por las escuelas privadas primarias y secundarias son uno de los principales factores de discriminación socioeconómica, y pueden ser empleados por las escuelas para excluir a ciertos/as estudiantes indeseadas/os. En el 2012, una de las mejores escuelas privadas de Chile cobraba aranceles de USD 690 por mes, casi dos veces más que el valor del salario mínimo mensual.De la misma forma, seleccionar estudiantes mediante el cobro de aranceles, y seleccionar directamente , por exámenes de admisión o exámenes de conducta, es una práctica común.

Planteando el tema junto a la ONU, para cambiar la ley en Chile

El lanzamiento de este informe se realiza mientras el parlamento chileno se encuentra prestes a revisar un segundo paquete de leyes para reformar el sistema educativo, que será crucial para la futura orientación del sistema educativo chileno.

“El nivel actual de desigualdades respecto al derecho a la educación es insostenible, y esta fue la razón de las protestas que tuvieron lugar en el 2006 y en el 2011 en el país. Mientras las autoridades han prometido tomar providencias frente a esta situación, el parlamento y el gobierno deben actuar rápidamente y poner en el centro de las reformas el impacto de la política educativa en los derechos humanos, de manera a rediseñar un sistema que esté en línea con sus obligaciones internacionales” añadió Rene Varas, coordinador del Foro por el Derecho a la Educación, de Chile.

Para auxiliar esta discusión, el informe fue enviado al Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (CDESC) de Naciones Unidas, previamente a la revisión de Chile en el ámbito del mismo Comité de expertas/os, a realizarse en junio de 2015. El CDESC evaluará el respeto del gobierno a distintos derechos económicos y sociales, incluyendo el derecho a la educación. Lo mismo se encuentra reunido en sesión previa en esa primera semana de diciembre, y luego lanzará una “lista de temas”, que incluye cuestiones que el gobierno tendrá que responder por escrito.

“Ningún Estado llegó tan lejos cuanto Chile en materia de privatización de la educación, y por eso el sistema chileno nos informa sobre el impacto en largo plazo de la privatización. Si el CDESC plantear cuestiones sobre el sistema chileno, también enviará un mensaje fuerte a otros países, en un momento en que muchos Estados están privatizando su sistema educativo y esquivándose de sus responsabilidades” indicó Lucy McKernan, del Comité de Enlace en la ONU de la GI-ESCR.

Muchos organismos de derechos humanos de la ONU, incluyendo el Relator Especial sobre el Derecho a la Educación, cuestionaron recientemente la creciente privatización en la educación, e hicieron un llamado reforzando el papel del Estado de proteger la educación como un “bien público”.

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¿Es posible un país justo con educación particular pagada?

El investigador Juan Eduardo García Huidobro analiza la situación de extrema segregación educativa en Chile y discute el papel de la educación privada en la perpetuación de esta realidad

Por: Juan Eduardo García Huidobro* | Fuente: El Mostrador

Foto: MediActivista

Foto: MediActivista

Carlos Peña, en su columna de El Mercurio del domingo 23 de noviembre, señaló retóricamente que: “Cuando sea interpelado, el ministro deberá responder una sola pregunta. Si el lucro es malo, si la selección es mala, si el copago es malo, ¿por qué entonces no se suprime la educación particular pagada, esa donde él, la Presidenta y los promotores de la reforma envían a sus hijos?…”.

Finalmente no se le hizo esa pregunta al ministro… No pretendo responder por él, pero sí esbozar una posible respuesta frente a la inevitable pregunta que formula el rector Peña.

Comenzaré con alguna información sobre la educación pagada, para enseguida plantear algunos “criterios” de respuesta y concluir con la respuesta.

LA EDUCACIÓN PAGADA EN CHILE

La educación pagada atiende a un 7.5% de la matrícula: 252.680 estudiantes, en 602 establecimientos urbanos. De ellos, 277 son laicos, 185 católicos, 34 de otras religiones y sobre 106 no se tiene información. El precio parte en alrededor de $140.000 mensuales y llega a $500.000 en los más exclusivos. Varios cobran además una cuota de incorporación que puede sobrepasar los $3.500.000.Para tener una referencia: un colegio subvencionado gratuito educa con alrededor de $60.000 mensuales y los con financiamiento compartido con un ingreso mensual por estudiante de entre $65.000 y $127.000.

Comparativamente los resultados académicos del subsector son muy superiores. Así, el 93,9% de los ex alumnos de colegios pagados que rinden la PSU supera los 450 puntos exigidos para postular en el sistema de admisión centralizado (mientras que solo el 57.4% de los ex alumnos de colegios municipales y el 70,5% de los de colegios particulares subvencionados lo logra). Desde otra métrica: en 2014 de los 100 colegios con mejores puntajes PSU, 93 fueron pagados, 4 particulares y 3 particular subvencionados.

Incluso, un reportaje de La Tercera de hace seis años se preguntó ¿dónde estudiaron los gerentes generales de las 100 más grandes empresas? 84% lo hizo en colegios particulares pagados (7,5 % de los colegios) y el 50% en solo 5 colegios (0,04% de los colegios del país). Y se trataba de un fenómeno en progresión: los colegios pagados educaron al 77,8% de los gerentes mayores de 50 años y al 90% de los menores de 50 años.

Las consecuencias son claras. Es sabido que Chile es uno de los países con más alto índice de segregación social en la escuela: 53 puntos –Índice de Duncan– contra 9 de Finlandia, 26 de Estados Unidos y 40 de otros países latinoamericanos como Colombia y México (Dupriez, 2010). Ahora bien, la segregación en los colegios pagados es máxima: según un estudio reciente (Valenzuela y otros, 2013) llega a 90 puntos en la misma escala.

La investigación ha mostrado largamente que cuando hay mixtura ganan académicamente los que proceden de medios menos escolarizados y no se perjudican quienes proceden de medios más escolarizados. Pero, más allá de los resultados académicos, es claro que la segregación mella severamente la contribución de la educación a la integración social y limita su capacidad de “enseñar” la igualdad y la democracia.

CRITERIOS PARA RESPONDER

Diversos referentes nos permiten fundar un juicio sobre la situación descrita.

En primer lugar, el derecho a la educación. Desde la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 se ha establecido que “toda persona tiene derecho a la educación”, que la educación debe ser obligatoria y gratuita y que el acceso a la educación superior debe ser igualitario, en función de los méritos.

Desde los años 50 hacia acá, se ha venido profundizando el concepto de igualdad de oportunidades educativas, pasando de una concepción meritocrática que subraya que el criterio de distribución de la educación obligatoria debe ser el mérito y no la riqueza, a una concepción igualitaria que pone como criterio central la ciudadanía, señalando que ni el talento ni la riqueza debieran ser relevantes.

Coexistiendo con la discusión anterior, se ha dado la oposición entre una comprensión mercantil, para la cual el deber del Estado es asegurar un mínimo de educación para todos, sobre el cual quienes tienen los medios pueden pagar una educación mejor. Para esta posición ni la segregación ni la transmisión intergeneracional de privilegios son vistas como problema. En contraposición está la comprensión de la educación como un derecho social, que exige el acceso de todos a la misma educación como camino de incorporación igualitaria a la sociedad y como base de la democracia. Esta visión insiste también en que la educación obligatoria es previa al mérito.

¿ES POSIBLE AVANZAR HACIA UNA SOCIEDAD EQUITATIVA MANTENIENDO UNA EDUCACIÓN PARTICULAR PAGADA?

Me parece que lo dicho hasta acá, en el entendido de que se adhiere a una concepción igualitaria que considera a la educación como derecho social y pone como criterio central de su distribución a la ciudadanía, permite contestar esta pregunta con un “no” y, por tanto, abrirse a la idea de suprimir la educación pagada.

Sin embargo, como muy probablemente no llegaremos a esa medida en el corto plazo, propongo a continuación un par de medidas posibles para avanzar en esa dirección.

Tal vez, lo primero podría ser facilitar el camino a los colegios pagados que quieren convertirse en particulares subvencionados. Para ello se podría permitir que cambien progresivamente, desde cursos inferiores (por ejemplo, ingreso 2016), a particulares subvencionados con financiamiento compartido de pago máximo y que vayan disminuyendo su pago según quede estipulado en la ley que suprime el financiamiento compartido.

Una segunda medida puede ser poner un impuesto importante a la educación pagada, lo que llevaría a encarecerla y, por tanto, a disminuir su matrícula. Una alternativa posible es que este impuesto pueda ser pagado con becas, lo que tendría el efecto de generar más mixtura social al interior de la actual educación pagada.

* Investigador del CIDE, Universidad Alberto Hurtado